El palolú, la golosina olvidada

Recuerdo con mucha nostalgia algunos de los mejores momentos que pasé en mi infancia, cuando iba a visitar nerviosamente el “puesto de pipas” de mi barrio, donde la señora, “la pipera”,  con su pequeña silla de madera plegable, y su cajón o cesta rectangular de madera o mimbre, vendía habitualmente en una esquina de la calle tanto los pitillos sueltos y piedras de mechero para fumar a los más mayores como para los más pequeños, el palolú, el regaliz en tiras, las pipas y los “torraos” en sus cucuruchos hechos de papel de periódico con forma cónica, el pan de higo, y un sinfín de golosinas más o menos caseras. Eran unos de los grandes momentos inolvidables que nos permitían disfrutar cuando salías del colegio o los fines de semana en la calle con nuestros amigos poder gastarnos las perras chicas y gordas (monedas de 5 y 10 céntimos) que nos habían dado nuestros padres como paga de la semana. Como disfrutábamos, chupando y mordiendo los palos de palolú, poco a poco, hasta que iban perdiendo el sabor y el palo se había convertido en un manojo de hebras blanquecinas dejándonos los dientes amarillentos hasta que lentamente a base de saliva y agua iban volviéndose a su color blanquecino habitual. Del propio palolú, también se sacaba el regaliz en forma de tiras gomosas de color negro o rojo o como pastillas más duras que también los vendían, pero eran más caros, por lo que además de ser más barato masticando o chupando el palo podías disfrutar y saborearlo mucho más tiempo. Es por todos estos preciosos recuerdos, por lo que este pequeño artículo va dedicado al olvidado “Palolú”.

¿Pero, qué es el palolú?

El palolú, palulú, palodul, paloduz, palodulce o regaliz de palo son algunos de los numerosísimos nombres vulgares tanto en castellano como en el resto de lenguas ibéricas por lo que se le conoce a este palo con aspecto rugoso y con sabor dulce a regaliz. Es el rizoma, o sea, el tallo subterráneo  habitualmente bastante largo y estriado que crece bajo tierra horizontalmente y que desarrolla por un lado ramas aéreas verticales y por el otro las raíces de la planta silvestre, Glycyrrhiza glabra (regaliz) que es habitual encontrarla en nuestra península Ibérica y originaria del Mediterráneo, Asia Menor, el Cáucaso, los Balcanes y Oriente Medio.

La planta del regaliz es muy robusta, suele alcanzar un metro o más de alto, con hojas compuestas y puntas agudas, sus flores son violáceas y agrupadas con formas más o menos globosas, florece en primavera y el fruto es una legumbre alargada y comprimida que contiene en el interior hasta cinco semillas en forma de lenteja. Se encuentra de forma asilvestrada y se ha extendido y desarrollado sobre todo en lugares húmedos, sotos, orillas, márgenes y cunetas,  lechos de ríos secos, barrancos, etc. Existen varias especies más de regaliz (Glycyrrhiza sp.) pero son menos habituales y con sabores menos dulces. El regaliz también puede cultivarse y curiosamente España a principios del siglo pasado fue primer productor mundial hasta ir abandonando poco a poco su producción y elaboración.

En la antigüedad, la planta ya se empleaba en la medicina tradicional china, era conocida y usada habitualmente en el antiguo Egipto, por los griegos y por los romanos que incluían al regaliz en la dieta de las legiones romanas y durante la Edad Media se extendió por toda Europa y está incluido en casi todas las farmacopeas en sus libros recopilatorios de recetas de productos con propiedades medicinales. Se usaba como un remedio natural debido a que tenía propiedades antiulcerosas, expectorantes y laxantes, se le atribuyen propiedades antiespasmódicas y antiinflamatorias sobre la mucosa gástrica y fundamentalmente la importancia terapéutica del regaliz viene dada por los diferentes componentes que poseen sus rizomas donde su principal componente es la glicirrina, que es responsable esencial de su sabor dulce y que tiene un poder edulcorante cincuenta veces mayor que la sacarosa, sin embargo no se utiliza para edulcorar debido a que tiene un determinado sabor ligeramente amargo a pesar de su dulzor. Para extraer sus componentes, los rizomas son machacados y cocidos en cámaras de vapor donde se obtiene una masa fibrosa compacta y amarillenta debido a la presencia de los componentes bioquímicos flavonoides que contiene y que se ennegrece progresivamente, se extrae el agua y la humedad y posteriormente se deja secar moldeándola en forma de barras que antiguamente se envolvían en hojas de laurel. A pesar de sus múltiples usos medicinales beneficiosos, también ingerido en exceso puede provocar dolores de cabeza, fatiga y un aumento en la tensión arterial, la formación de algún edema, e incluso calambres por lo que hay que ser bastante cauteloso en su consumo y tomar las dosis adecuadas y recomendadas por los expertos. En la actualidad, el regaliz también se emplea mucho en gastronomía como edulcorante e incluso en algunas bebidas alcohólicas y cocteles, en mezclas como infusiones o para aromatizar diferentes tipos de cerveza. Y lo más curioso, es que debido a su tonalidad oscura final se utiliza en la coloración de pinturas y betunes y con los restos leñosos que quedan como residuos de los rizomas al cocerlos se fabrican materiales ignífugos sustitutos del corcho, cartonajes e incluso como materia prima en tejidos para tapices.

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